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Facultad de Psicología
Área de las Ciencias Sociales
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Datos curatoriales
Proyectos Universitarios PAPIIT (PAPIIT)
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Dirección de Desarrollo Académico, Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA)
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)
DGAPA:PAPIIT:IN307309
Datos del proyecto
Modelo de atención para la prevención, evaluación y tratamiento del maltrato infantil
Amada Ampudia Rueda
2009
IN307309
Facultad de Psicología
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Área de las Ciencias Sociales
Psicología
Clínica y de la salud
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El maltrato infantil, como expresión máxima de agresión, desamparo y desprotección, es un problema social y de salud de primer orden. Aún se desconoce la magnitud real de este fenómeno y las formas de abordarlo, dado que se cuenta con poca información acerca de la epidemiología, factores predisponentes, formas de detección, diagnóstico e intervención, secuelas a corto, medio y largo plazo, así como la mortalidad en cada uno de los tipos de maltrato. Los profesionales de diversas disciplinas que han intentado atenderlo, parecen también desconocer el grado de sensibilización y la formación específica que tales casos ameritan para dar respuesta a las necesidades de evaluación, diagnóstico e intervención a distintos niveles. Con frecuencia en el ámbito de la salud se diagnostican solo los malos tratos físicos graves y/o recidivantes, que aunque es la forma más evidente, es la menos frecuente. Por ello es necesario investigar variables sociales y de la salud, relacionadas con los malos tratos en la infancia, así como las condiciones del niño y su familia con la finalidad de optimizar la eficiencia en la atención al menor que vive este problema (Díaz Huertas, Casado, García, Ruiz y Esteban 1998; Cavalcanti y Williams 2006; Fantuzzo, Stevenson, Kabir y Perry 2007). Al abordar el maltrato infantil se hacen presentes diversos aspectos asociados a dicha problemática, tales como: la influencia de raíces culturales e históricas profundas, la diversidad de opiniones en cuanto a su definición y clasificación, las dificultades inherentes a la investigación y finalmente, una variedad de consideraciones sobre sus repercusiones y manejo terapéutico (Santana, Sánchez y Herrera 1998; Sanmartín 2005). El maltrato infantil considerado como todo acto o conducta que pone en peligro o perjudica la salud o desarrollo físico y emocional de los menores, supone todo tipo de daño que se le haga a un niño de manera intencional o deliberada. Incluye el maltrato físico, el abuso sexual, el maltrato emocional y el abandono entre otros, trato que supone no proveer la norma mínima de atención a los requerimientos físicos y emocionales del niño (Echeburúa y Guerricaechevarría 2005; De Paul y Arruabarrena 2007). Aunque el maltrato infantil no siempre derive en lesiones físicas graves, se debe considerar que toda experiencia de este tipo es perjudicial para el menor (Martínez y De Paul 1993; Cantón y Cortés 2002). Uno de los temas de mayor discusión al definir el maltrato emocional o psicológico, es el de la "intencionalidad". En algunos tipos de maltrato, como los abusos sexuales o los malos tratos físicos, es relativamente fácil delimitar la intencionalidad del adulto, pero no sucede lo mismo cuando los hechos pertenecen a la esfera psíquica. Los casos en los que esta intencionalidad aparece clara son los menos y son más comunes aquellas situaciones de ambigüedad, confusión y "creencia" por parte de los adultos, de que su conducta está justificada y ajustada al comportamiento del niño (Straus 2000; Desbiens y Gagne 2007; Pérez, Ampudia y Carrillo, 2007). Esto no exime la responsabilidad del maltratante, pero si plantea dificultades adicionales y la necesidad de considerar una determinada constelación de factores, para diagnosticar el maltrato emocional y no solamente el de la intencionalidad (English, Upadhyaya, Litrownik, Marshall, Runyan, Gram y Dubowitz 2005). El maltrato infantil rara vez constituye un único evento, ocurre con regularidad y la violencia suele aumentar, trasciende toda diferencia económica, racial, étnica o religiosa. La mayoría de las veces, quien maltrata suele estar emparentado con el menor, como el padre, la madre, padrastro, madrastra u otra persona que lo atiende, aunque algunas de las veces es un extraño (Sanmartín 1999; Mullender 2000) y sucede en toda comunidad, rural y urbana (Moreno 2002; Fang y Corso 2007; Chávez 2007). Por otra parte, es imprescindible discriminar las situaciones cotidianas que se producen en todo desarrollo normalizado como parte de la crianza y educación, en las que los padres deben imponer normas y límites por el propio bienestar del niño, aun en contra de su voluntad, lo que sin embargo podría llegar a ser una situación maltratante (Sarasua y Zubizarreta 2000). El grado en que el maltrato infantil perjudica a un menor depende de la índole del maltrato, la edad del niño, y el ambiente en que éste se desenvuelve (Santaella, Ampudia y Sarabia 2007). En los hogares en que ocurre maltrato infantil, el temor, la inestabilidad y la confusión sustituyen al amor, la comodidad y el afecto que los niños necesitan. El menor maltratado vive en constante temor de que la persona que ha de atenderlo y protegerlo lo maltratará físicamente (Niehoff 2000; Moreno 2002; Mullender 2000). Puede ser que los menores maltratados sientan culpabilidad por querer a quien lo maltrata, o culparse a sí mismo por ocasionar la violencia y al mismo tiempo, manifestar dolencias físicas relacionadas con el estrés y dificultades en escuchar y hablar (Portwood 2008). En la mayoría de las veces, el maltrato suele ocurrir en hogares en que impera la violencia doméstica. Puede que se maltrate y amenace a los niños como forma de castigar y controlar a la víctima adulta (madre) de la violencia en el hogar (Echeburúa y Fernández 2002; Moreno 2002; Trujillo y Fortes 2003). A veces puede ser, que se les lastime sin intención cuando ocurren actos de violencia en su presencia. Con frecuencia, los episodios de violencia doméstica se transmiten e incluyen ataques a los menores; sin embargo, incluso cuando no se ataca directamente al menor, éste se perjudica emocionalmente como resultado de vivir en un núcleo familiar violento (Cantón, Cortés y Justicia 2000). El menor que vive en un ambiente de maltrato, cree que dicho comportamiento es aceptable, pero como no lo es, es frecuente que niños que se crían en hogares violentos tiendan a orientar su comportamiento hacia conductas disruptivas, reportadas en el alto índice de alcoholismo, adicciones y delincuencia juvenil (Gracia 2002; Sarasua y Zubizarreta 2000). Los niños que sufren maltrato tienen múltiples problemas en su desarrollo evolutivo, importantes déficits en las áreas emocional, conductuales y socio-cognitivos que imposibilitan un desarrollo adecuado de su personalidad. Por lo tanto, las dificultades que tienen los niños maltratados se traducen en manifestaciones que pueden ser conductuales, físicas y/o emocionales (Moreno 2002; Simón, López y Linaza 2000). El maltrato emocional o psicológico se presenta en aquellas situaciones en las que los adultos significativos de los que depende el niño, como padres, educadores, tutores, son incapaces de organizar y sostener un vínculo afectivo de carácter positivo, que proporcione la estimulación, el bienestar y el apoyo necesario para su óptimo funcionamiento psíquico (Desbiens y Gagne 2007). El maltrato psicológico es el más difícil de definir y detectar, debido a las dificultades para discriminar entre lo que se puede considerar como las consecuencias del maltrato, y las alteraciones, trastornos o conflictos derivados de diferentes patologías, que suelen provocar distorsiones en los vínculos familiares (Ampudia, Jiménez y Sánchez 2007; Portwood 2008). Las perturbaciones en la conducta y el funcionamiento mental, producto de las situaciones maltratantes, no son específicas, pueden expresarse en cualquier tipo de trastorno psíquico (Haugaart 2004; De Paul y Arruabarrena 2007). De ahí la importancia de buscar respuestas adecuadas que ayuden al niño en su desarrollo evolutivo. El maltrato infantil es un problema complejo de la sociedad que abarca disímiles situaciones que afectan la estructura de la familia en todas dimensiones; se presenta en mayor magnitud en países donde no se le presta la debida atención a la población vulnerable como pueden ser los niños, mujeres y ancianos, por lo que el fomento de las acciones de carácter preventivo y la detección precoz constituyen una de las actividades principales en los casos de riesgo social o maltrato infantil (Holton y Harding 2007). Prevenir el maltrato tampoco resulta nada fácil
El abuso o maltrato de menores es toda forma de maltrato físico y/o emocional, abuso sexual, abandono o trato negligente, explotación comercial o de otro tipo, del que resulte un daño real o potencial para la salud, la supervivencia, el desarrollo o la dignidad del niño en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder (Corsi 2003; Concha y Benguigui 2007). Resulta evidente que las consecuencias de estos abusos pueden ser graves para los niños. Además de las secuelas físicas producto de las agresiones recibidas, el aspecto psicológico es también significativo, dado que el maltrato comúnmente produce en los menores sentimientos de tristeza, impotencia y miedo que derivan en inseguridad, dificultades actuales en distintas áreas de desarrollo y disminución de sus potencialidades futuras, además de la posibilidad de perpetuar el modelo violento en generaciones venideras (Ortega, Balbuena y Ampudia 2006; Ampudia 2007). De hecho, los niños que sufren maltrato en sus hogares proyectan esta violencia en sus relaciones sociales. En muchos casos, su percepción distorsionada acerca del trato que reciben les hace verlo como algo habitual en su familia y comunidad, y sólo identifican como maltrato los casos más extremos (Ramírez 2002; Torres 2005; Santaella, Ampudia y Sarabia 2007). Por todo ello, el maltrato infantil tiene claras implicaciones en el campo de la salud mental, ante sus frecuentes efectos negativos sobre el desarrollo del niño que lo padece tanto a corto como a medio y largo plazo (OMS 2007). Su importante influencia en la génesis y evolución de diversos trastornos mentales de la infancia (alteraciones del vínculo, conflictos afectivos y conductuales, trastornos somatoformes, problemas académicos etc.), puede ser también la causa de otras perturbaciones adaptativas expresadas en diversos contextos de relación: social, escolar, familiar, y/o individual, el del propio niño maltratado (Ampudia 2007). Variables que en la mayoría de los casos exigen una intervención multidimensional basada en la ocurrencia simultánea de tratamientos, neurológicos, psiquiátricos y psicológicos, que solo lograrán ser efectivos si están sustentados en relaciones tanto inter como intradisciplinarias, y organizados en un modelo de atención debidamente estructurado que incida a distintos niveles de atención (Daro y McCurdy 2007). El maltrato infantil podrá implicar desde sus orígenes una serie de problemas de salud mental en la madre, padres y familiares, más un medio ambiente paupérrimo y carenciado, que tendrán importantes repercusiones en el desarrollo socioemocional del niño y podrán provocar en él diferentes problemas psicológico – psiquiátricos (Santaella, Ampudia y Sánchez 2007). Sin embargo, es un hecho que el fenómeno no es privativo de las clases sociales más bajas. Se considera entonces de importancia promover el conocimiento cabal sobre la magnitud y gravedad del maltrato, principalmente generando investigación orientada a identificar los problemas psicológicos inherentes en los menores, sus familias, y aún incluso en las instituciones y comunidades en donde se presente; es menester reconocer el carácter social del fenómeno, causas y manifestaciones, así como indagar acerca de las medidas adoptadas o bien investigar aquellas metodologías, estrategias y técnicas adecuadas para combatirlo; intentando así asegurar la máxima eficacia en la prevención, detección e intervención del maltrato infantil (Desbiens y Gagne 2007; Portwood 2008). En general las estrategias de prevención requieren de la intervención de todos los recursos de la sociedad y no solo de los profesionales de la salud (De Paul y Arruabarrena 2007). No existe aún un consenso de que programas o servicios deben ofrecerse para prevenir el abuso en la infancia. En parte es así por la complejidad del problema y la dificultad para medir e interpretar este fenómeno (Daro y McCurdy2007; Goldsmith 2007). La importancia de atender de manera preventiva desde la investigación en el campo de la psicología y la educación, son elementos imprescindibles para la consecución del más óptimo estado de salud de los menores. La prevención y la promoción se han trabajado principalmente en la Psicología Comunitaria y se han orientado a solucionar problemas de salud (Costa y López, 1986; Cerezo, Dolz, Pons y Cantero 1999; Cantón y Cortés 2000). Una de las metodologías para este propósito es la de investigación - acción participativa, ésta tiene en cuenta que la participación es un elemento que resulta valioso para la búsqueda de soluciones a problemáticas sociales que afectan a la población; es una propuesta que involucra a la comunidad en el conocimiento y solución de sus problemas, por ende permite no sólo descubrirlos sino generar conjuntamente los conocimientos necesarios para determinar las acciones adecuadas para la solución y la transformación social (Schutter 1983; Cendales 1994). Rey y Rodríguez (1999); proponen que a la población inexperta se le brinde el conocimiento de la gente que sí tiene experiencia, con el fin de colaborarle en la definición de sus necesidades y problemas y así con ella realizar un intercambio mutuo de conocimientos populares y científicos. Es así como esta metodología combina, investigación, educación – aprendizaje y acción, su objetivo es conocer y analizar la realidad en sus momentos constitutivos: a) los procesos y los problemas; b) la percepción que las personas tienen de ellos; y c) las experiencias vivenciales al interior de la situación social para emprender acciones de cambio (Schutter 1983; Cendales 1994; Bosco 1994; Cerda 2001) y por ultimo la identificación de los casos de alto riesgo para su atención y tratamiento. El modelo de atención esta orientado a las víctimas de este tipo de agresiones, así como a los generadores de violencia y tiene como propósito mejorar la atención y la rapidez en la respuesta en torno a las denuncias impuestas por los ciudadanos, relacionadas con esta clase de delito (Ampudia 2007). Con este modelo se articula la labor de un grupo de profesionales comprometidos en la atención a las víctimas y de manera integral al denunciante sin que tengan que pasar a una entidad jurídica, que si bien debe ser involucrada en aquellos casos más extremos, no resulta ser una alternativa inmediata, tanto para el agresor como para el agredido. A través de este modelo se pretende simultáneamente capacitar a los profesionales comprometidos con él, para que implementen el modelo desarrollado. Esta formación es parte de las estrategias para la difusión del modelo de atención, que tiene como objetivo central contribuir a prevenir la ocurrencia del maltrato, a partir de un trabajo conjunto, donde la violencia sea convertida en una conducta tolerable (Fantuzzo, Stevenson, Kabir y Perry 2007). Los estudios de la psicopatología del desarrollo han mostrado que algunos problemas y trastornos iniciados en la infancia persisten hasta la edad adulta, y se asocian con otros trastornos psiquiátricos. Durante la adolescencia, otros trastornos favorecen conductas de riesgo y se complican con ellas, como el uso y abuso de sustancias, las conductas suicidas, los delitos y actos violentos, así como los embarazos no deseados, de ahí la importancia de trabajar con población infantil, así como orientar los programas de atención de manera preventiva (Díaz, Casado, García, Ruiz y Esteban 1998; Cerezo, Dolz, Pons y Cantero 1999; Haugaart 2004; Holton y Harding 2007). Estudios recientes del Consorcio Internacional de Epidemiología Psiquiátrica, que incluye datos de la población adulta de la Ciudad de México, han encontrado que los trastornos de ansiedad de inicio temprano preceden al uso, el abuso y la dependencia de sustancias. Lo anterior pone de relieve la necesidad de identificar cuanto antes los problemas que eventualmente conducen a otras patologías (Berenzon y Juárez 2004; Borges, Medina-Mora, López-Moreno 2004). Sin embargo, a diferencia de los adultos, en el caso de los niños y los adolescentes, la percepción de la necesidad de atención y la búsqueda efectiva dependen precisamente de los primeros, sean éstos los padres u ot
Información general
Dirección de Desarrollo Académico, Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA). %%Modelo de atención para la prevención, evaluación y tratamiento del maltrato infantil%%, Proyectos Universitarios PAPIIT (PAPIIT). En %%Portal de datos abiertos UNAM%% (en línea), México, Universidad Nacional Autónoma de México.
Disponible en: http://datosabiertos.unam.mx/DGAPA:PAPIIT:IN307309
Fecha de actualización: 2014-11-06 12:56:34.0
Fecha de consulta:
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Para más información sobre los Proyectos PAPIIT, favor de escribir a: Dra. Claudia Cristina Mendoza Rosales, directora de Desarrollo Académico (DGAPA). Correo: ccmendoza #para# dgapa.unam.mx